Los retos de la oposición venezolana en 2021
Nuevo año, nuevos actores, mismo objetivo: la transición democrática. ¿Cuáles son los retos que enfrentará la oposición venezolana en 2021?
En este 2021, la oposición venezolana está en su peor momento político desde que Juan Guaidó fue juramentado como presidente encargado en enero de 2019. Cuestionamientos a su legitimidad, nueva AN de facto, dudas sobre la transparencia y un nuevo ambiente internacional, son algunos de los elementos a los que se enfrenta.
Nuevo año, nuevos actores, nuevos problemas. Si el objetivo sigue siendo una transición hacia la democracia en Venezuela, ¿Cuáles son los retos a los que enfrentará la oposición en este 2021? A continuación, algunos de los que marcarán el resto del año:
1. Legitimidad
El primer gran reto que enfrentará la oposición en este 2021 son los cuestionamientos a su legitimidad. Estos tendrán efectos determinantes a nivel nacional e internacional.
El 2020 cerró con la elección de una nueva Asamblea Nacional de facto en Venezuela. Con esto, se cumplió el principal objetivo estratégico del chavismo en los últimos dos años: desplazar a la actual AN y al presidente encargado Juan Guaidó.
La imposición de la AN de facto tiene dos consecuencias importantes. La primera, es que desplaza a la última institución democráticamente electa del país. En medio del autoritarismo chavista, ya no queda ningún resquicio de representación popular. Todos los cargos de poder en Venezuela son designados y destituidos por el PSUV.
De igual forma, la AN de facto busca generar dilemas a la comunidad internacional en el reconocimiento a la AN de Guaidó. Estos serán más eficaces en organizaciones como la Unión Europea quienes, desde un principio, adoptaron con escepticismo la tesis de la presidencia encargada.
Además de enfrentarse a la consolidación del autoritarismo y al cuestionamiento internacional, la oposición debe hacer frente a las consecuencias internas de la pérdida de legitimidad. Muchas de las críticas provienen, incluso, del seno de los partidos políticos.
Varios diputados han expresado –en público y en privado- sus dudas sobre la continuidad constitucional del parlamento luego del 5 de enero. Estas dudas han llevado a que se modifique la estructura de la presidencia interina con la creación de un Consejo Político y una Comisión Delegada.
Se ha argumentado que estas modificaciones apuntan a mejorar los procesos, los pesos y contrapesos, dentro del interinato. Esto es falso. Dichos cambios no son más que improvisaciones de última hora de una coalición que trata de mantener la unidad interna, ante los cuestionamientos sobre su legitimidad.
La AN legítima respondió con la consulta popular a la simulación del 6D. Ante las dudas sobre su legitimidad, modificaron el Estatuto, crearon el Consejo Político y la Comisión Delegada. Ambas medidas coinciden en algo: lucen como insuficientes para enfrentar un 2021 donde se puede poner la última piedra en el ataúd de la presidencia interina.
Perder la batalla por la legitimidad, podría llevar a perder la guerra de la transición.
2. Organización interna
Según el profesor John Magdaleno, en un artículo publicado en el libro “Democracia y libre empresa” de Fedecámaras, “en el 81% de los casos de transición a la democracia examinados [83 de 102], los factores que detonaron el inicio de la transición fueron predominantemente domésticos”.
Este hallazgo ilustra elocuentemente uno de los retos más importantes que debe afrontar la oposición venezolana en 2021: la [re]organización interna.
Contrario a lo que se pensaba a finales de 2018 y 2019, continúa existiendo una gran disposición a protestar por parte de la ciudadanía. A principios de 2019, el surgimiento de Guaidó conectó con las esperanzas de la población y los venezolanos se volcaron a las calles.
A mediados de 2020, la situación fue distinta y aún más dramática: en medio de una pandemia global, los venezolanos se lanzaron a las calles para exigir mejoras en sus deteriorados y paupérrimos servicios públicos. Desde el agua y la electricidad, hasta la gasolina y el diésel, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social documentó más de 18 mil protestas en todo el territorio nacional cuya causa fueron los servicios públicos.
Sin embargo, ¿Cuál fue el gran ausente de estas protestas? La conducción y el acompañamiento político.
De Zulia a Yaracuy y de Aragua a Sucre, la ausencia de conducción política en las protestas se explica por la disminuida organización y estructura interna de los partidos políticos en Venezuela. Esto tiene varias causas: desde la emigración y la persecución política que obligó a muchos cuadros partidistas a abandonar el país, hasta la Emergencia Humanitaria que hace que, para el venezolano, el activismo político sea un lujo que no se puede permitir.
Sin embargo, en los círculos académicos existe un consenso que aquí compartimos: la oposición venezolana tiene el reto de volverse a organizar a lo interno. ¿Cómo hacerlo? No es una pregunta sencilla. No obstante, en los últimos años, la crisis política nos ha dejado algunas lecciones:
- Aún persiste la disposición de los venezolanos a protestar
- Cuando desde el liderazgo se señala una ruta clara esto constituye una “ventana de oportunidad” por medio de la cual la gente se motiva a ir a las calles
- Es devastador para la credibilidad del liderazgo cuando la población toma la iniciativa de ir a las calles a reclamar sus derechos y no encuentra conducción y acompañamiento político
Finalmente, considerando lo anterior, surgen algunas claves que pueden ser útiles al liderazgo venezolano para afrontar el reto de la [re]organización interna:
- Organizarse internamente no implica solo organizarse para marchar o protestar
- No hay que sobreestimar el efecto de la protesta ciudadana en el cambio político, sobre todo cuando enfrente está un régimen autoritario con disposición a asumir elevados costos
- En un contexto de Emergencia Humanitaria Compleja, las labores de acompañamiento y entrega de ayuda humanitaria pueden generar el vínculo que permita la [re]conexión con la población
Organizarse internamente para luchar contra un régimen autoritario es un reto. Hacerlo en medio de una pandemia global, en la tercera hiperinflación más larga de la historia, en un país con 96% de pobreza y uno de cada tres habitantes desnutridos, hace que este adquiera proporciones bíblicas. Toca al liderazgo afrontarlo.
3. Represión
Venezuela padece una Emergencia Humanitaria Compleja. Uno de cada tres venezolanos está desnutrido y nueve de cada diez son pobres. Ante esta calamidad, organizaciones de la sociedad civil han ayudado a las poblaciones más vulnerables. ¿Cuál ha sido la respuesta del chavismo? Persecución y represión.
Es el caso reciente de Alimenta la Solidaridad, una iniciativa que entregaba 25 mil comidas en Petare, incluidos más de 1000 almuerzos a médicos y personal de la salud afectados por la pandemia. El chavismo ha perseguido a sus líderes, amenazado a sus voluntarios y bloqueado sus cuentas.
Otro de los casos es la organización CONVITE, que se encarga de ayudar a personas de la tercera edad en un país donde estos cobran $2 al mes en pensiones.
Y por si fuera poco, han bloqueado también la iniciativa del Programa Mundial de Alimentos de la ONU que promovía la entrada de ayuda humanitaria, según reseñó Bloomberg en un reportaje. Todo esto en una nación cuya tragedia solo puede ser comparada con la de países en guerra. Todo esto mientras en VTV, y en algunos círculos “intelectuales”, se repite la barata propaganda sobre el bloqueo y las sanciones.
No obstante, estos casos no son hechos aislados. Por el contrario, ilustran la nueva tendencia en el autoritarismo chavista: la persecución a las organizaciones de la sociedad civil.
El chavismo es un régimen que aspira al totalitarismo. Quiere controlar todos los aspectos de la vida de los venezolanos mientras diluye los límites entre lo público y lo privado. Ninguna institución o causa se salva.
Destruida la empresa privada, las universidades y los partidos políticos, ahora arremeterán contra las organizaciones de la sociedad civil. Con sus fuentes de financiamiento externo y su agilidad para cumplir objetivos sin las disputas políticas o excesiva burocracia de los otros, las ONG se han encargado de empoderar a los ciudadanos en un país colapsado.
Para el chavismo, este es un desafío a su centro de gravedad: amenaza con romper las cadenas de dependencia y sus mecanismos de control social. Por ello, arreciará la persecución. Porque en un régimen cuya meta es el totalitarismo, no hay espacio para iniciativas ciudadanas que entregan 20 mil comidas diarias. En la Venezuela chavista, solo hay espacio para la sumisión.
Uno de los retos fundamentales del liderazgo político es encontrar formas eficaces de evadir la represión y la persecución que se desatará en los próximos meses, con un atenuante adicional: esta será implacable contra los diputados de la AN que están en el país y han decidido apoyar la continuidad constitucional del parlamento. Para hacerle frente, se necesitará del apoyo decidido de la comunidad internacional.
4. De la confrontación al multilateralismo
En los dos últimos años, con el liderazgo de Estados Unidos a la cabeza, el ala democrática de la comunidad internacional desafió al régimen chavista: reconocieron la legitimidad de la AN, emitieron sanciones y presionaron diplomáticamente. Pero estas medidas fueron insuficientes para derrocarlos.
La llegada al poder de Joe Biden como nuevo presidente de EE.UU. marcará una nueva etapa de lucha contra el chavismo. De la era de la confrontación de la administración Trump, pasaremos a la era del multilateralismo de la administración Biden.
Estos efectos ya se han empezado a notar. En Latinoamérica, el presidente colombiano, Ivan Duque, pasó de declarar que a Maduro le quedaban “horas en el poder”, a afirmar que se debe producir una negociación donde miembros chavistas formen parte de un nuevo gobierno.
La administración Biden ha sido recibida con beneplácito en Europa. La Unión Europea, que adoptó con amplio escepticismo la tesis de la presidencia encargada y que hasta el último momento tuvo emisarios en Venezuela para negociar unas utópicas condiciones electorales para el 6D, está estudiando una forma que le permita rechazar la elección del 6D, a la vez que rebaja el estatus de Juan Guaidó de presidente encargado a líder del parlamento.
Si bien aún se espera por una postura más clara de la administración Biden hacia Venezuela, es claro que la crisis de nuestro país no será una prioridad para Washington en el corto y mediano plazo.
En el 2021, Biden atenderá los compromisos diplomáticos abandonados por Trump: volver el Acuerdo de París, mejorar la relación con la UE, restaurar el liderazgo de EE.UU. en el mundo y la confianza de la OTAN, asegurar el suministro de la vacuna contra la pandemia, volver a negociar el Acuerdo con Irán, entre otros asuntos.
Es muy probable que la situación de las sanciones financieras en Venezuela no cambie. No hablamos de un abandono, pero sí de algo más parecido a la irrelevancia.
Y mientras esto sucede, hay una fecha muy próxima en el ambiente que marca una nueva línea roja: el 05 de enero. Este día la AN de facto se juramentará. A su vez, es el día en que la AN legítima espera que el mundo le reconozca como el último interlocutor legítimo y democrático en Venezuela, bajo la tesis de la continuidad constitucional.
De no hacerlo, la comunidad internacional incurriría en la falsa equivalencia que se ha querido vender por años: la de que en nuestro conflicto hay “dos partes”, pero ahora “dos asambleas y dos presidentes”.
En tanto, así como el reconocimiento de EE.UU a Guaidó en 2019 marcó el camino de una etapa de confrontación, un débil pronunciamiento de la nación americana con respecto a la continuidad de la AN puede marcar el rumbo de una mayor ambigüedad por parte de la UE o el Grupo de Lima hacia la crisis venezolana, en nombre del multilateralismo.
Puede que se piense que estas son meras distinciones semánticas. Pero que las naciones del mundo libre reconozcan como “líderes”, en vez de “diputados” a políticos de la oposición venezolana puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, la cárcel o el exilio para muchos de ellos.
En la lógica de poder que entiende el chavismo, la debilidad y la ambigüedad se perciben como una Patente de Corso para reprimir a sus oponentes políticos.
Las consecuencias de pasar de la confrontación al multilateralismo es uno de los retos fundamentales que enfrenta la oposición venezolana.
5. El mito de la apertura económica
En Venezuela, hay una conversación rondando en el ámbito académico que expresa más un deseo que una realidad: la apertura económica.
Para economistas y científicos sociales, el chavismo lidera un proceso de apertura económica desde finales de 2018: levantamiento de controles de precio, flexibilización cambiaria, aranceles fijos para promover la importación, etc. Para estos, los bodegones son la prueba irreversible de un chavismo que se dirige a ser una versión tropical de China.
Pero esta apertura es un mito. Sí, no se puede contradecir los datos que muestran una “estabilización en el foso” de la economía venezolana, pero tampoco podemos ir en contra de lo elemental: una economía libre se sustenta sobre instituciones, no sobre circunstancias. Sin Estado de Derecho, ni estabilidad política, ni seguridad jurídica, cualquier amago de “apertura” es endeble y, sobre todo, reversible.
El chavismo no levantó el control de precios y desmontó la planificación centralizada por convencimiento de la élite a lo interno, sino obligado por la circunstancia de superar el estado de necesidad.
Una economía en la que se contrajo 85% del PIB desde 2013 y a la que se le suman las fuertes presiones de las sanciones financieras, produjo un grave dilema en el chavismo: cómo pagar la lealtad de los miembros de la coalición dominante para mantenerse en el poder. Ante esto, eligieron un relajamiento de los controles que generó un mayor movimiento en la actividad económica.
Surgen, entonces, algunas preguntas: ¿Qué pasará cuando el chavismo crea que ha superado el estado de necesidad revolucionaria? ¿Quiénes se impondrán en el seno de la coalición, los reformistas o los marxistas ortodoxos? ¿Triunfarán los pragmáticos del capitalismo de compinches con su Ley Antibloqueo o volverán a la palestra los Elías Jaua con sus planteamientos de comunas y propiedad pública?
Muchas de estas preguntas son inciertas. No tienen respuesta aún. Lo que sí podemos sostener es que esta “apertura económica” es todo, menos estable e irreversible. Superado el estado de necesidad revolucionaria, estabilizada la coalición, nada le impide al chavismo volver a la ortodoxia marxista.
El mito de la apertura y sus consecuentes muestras de “optimismo” por parte de una élite económica mediocre, miope y conformista, dispuesta a mirar hacia otro lado mientras hace negocios con un porcentaje mínimo de la población con ingresos en divisas; dispuesta a hablar de “acuerdos” con 400 presos políticos en las cárceles y 18 mil ejecuciones extrajudiciales; desbocada a denunciar las sanciones internacionales, pero que ni menciona el saqueo chavista; dispuesta a guardar silencio a cambio de migajas que coticen en la bolsa. Este es uno de los principales retos que debe afrontar la oposición venezolana.
2021: Año bisagra
El 2021 puede ser un año bisagra para la oposición venezolana. Los retos son innumerables y las capacidades para afrontarlos cada vez más reducidas.
A lo externo, si la comunidad internacional no se muestra a la altura la oposición venezolana puede quedar reducida a un rol similar al exilio cubano: figuras decorativas que recorren el mundo y conmueven a auditorios con sus historias, pero que no reciben el apoyo necesario para acabar con el problema de raíz.
A lo interno, a todos los retos se le suma uno adicional: no caer en la desesperación de los cantos de sirena. Hoy, ya hay sectores promoviendo gastadas agendas, como la del referéndum revocatorio o las elecciones regionales. El temple de la oposición venezolana será sometido a prueba: por tentador que suene, descartar estas alternativas desgastadas es vital para el liderazgo. De lo contrario, puede ser el golpe definitivo en su ya mermada credibilidad.
Sí, el 2021 puede ser un año bisagra. De la eficacia con que se responda a estos retos, dependerá el rumbo que tome: uno donde se reimpulse la agenda del cambio político en Venezuela y se reviva la esperanza, u otro donde se entierre la apuesta de la presidencia encargada y se inicie una dinámica más propia de oposiciones en el exilio donde el cambio político se calcula en décadas.