Aquí sabemos de política

La victoria de Sergio Garrido en Barinas fue sorpresiva. Como dijo el Editor de Armando.Info, Ewald Scharfenberg, la puesta en escena fue tan inédita que lo mínimo aconsejable es cierta prudencia en el análisis.

Después que el TSJ le arrebatara el triunfo a Freddy Superlano, quedó claro que la próxima batalla en Barinas no sería entre Sergio Garrido vs. Jorge Arreaza, sino entre Sergio Garrido y todo el poder el Estado-PSUV.

Y así fue. El chavismo desplegó obscenamente toda la maquinaria del Estado para ganar Barinas. Ministros y viceministros fueron movilizados al estado en camionetas blindadas y avionetas privadas. Autobuses de varios estados fueron empleados para mover votantes. Hubo reparto de sacos de cementos y electrodomésticos a los barineses. Y, por si fallaba todo, un aumento excesivo de casi 25 mil efectivos del Plan República para fomentar el miedo.

Nada de eso funcionó. Sergio Garrido se impuso y es el nuevo gobernador electo de Barinas.

Derrota en Barinas

Ante esto, la pregunta del millón es obvia: ¿Por qué el chavismo perdió a Barinas? ¿Por qué, aun con todo el uso del Estado y la plana mayor del PSUV, fueron derrotados por un candidato desconocido? ¿Por qué entregaron un estado con tanta importancia política, simbólica y territorial, especialmente en un contexto de conflictos armados fronterizos donde La Lengüeta de Barinas es uno de los espacios por donde más transita la Segunda Marquetalia?

Lo sorpresivo del resultado obliga, por lo menos, a revisar y repensar las hipótesis antes de dar respuesta a estas interrogantes. No obstante, aquí me permito ensayar algunas respuestas.

Al ser consultado la mañana del 09 de enero por la prensa, el exgobernador de Barinas y candidato a la reelección el 21N, Argenis Chávez, en tono sombrío dijo que la gente debía ir a votar “por el candidato de su preferencia”. No llamó a los barineses a votar por Arreaza.

División en el PSUV

La respuesta de Chávez ilustra el punto que, quizás, explica con mayor claridad la derrota del PSUV en Barinas: el enfrentamiento y la división entre las familias políticas del chavismo.

El 21N el chavismo bloqueó a cualquier costo la llegada al poder de Freddy Superlano, candidato de Voluntad Popular. En este proceso, la Dirección Nacional del PSUV responsabilizó a Argenis Chávez por su desempeño y le impuso la candidatura de Arreaza. Se desbordaron las tensiones.

En las cifras oficiales que reconoce el CNE, Arreaza sacó más votos el 09 de enero que Chávez el 21 de noviembre. Sin embargo, la respuesta de Chávez al ser consultado por la prensa sugiere que no hizo mayor esfuerzo para movilizar estructuras en el estado que ayudarían al triunfo de Arreaza.

El tuit de Arreaza aceptando la derrota, incluso antes que se hiciera oficial por el CNE, parece confirmar tales divisiones en el seno del chavismo.

La no cooperación entre la familia Chávez en Barinas y la Dirección Nacional del PSUV en Caracas es uno de los elementos que puede explicar por qué toda la maquinaria del chavismo fue insuficiente para retener el estado llanero.

De cara a los próximos eventos, habrá que considerar la variable “división en las familias políticas dentro del chavismo” con mayor atención.

La victoria en Barinas es significativa política y simbólicamente. Sin embargo, no hay que descartar que el chavismo, para esta coyuntura, se moviera entre dos escenarios. Si las prebendas, el clientelismo y el control social sobre los barineses funcionaba, podrían mantener un estado clave. Si fallaban, se imponían las divisiones y se veían en la necesidad de ceder el estado, pasarían a uno de los terrenos donde son más hábiles: el de convertir una derrota política en el corto plazo en una victoria estratégica en el mediano plazo.

¿Cómo lograrlo con Barinas? Reactivando la esperanza de la ruta electoral sin condiciones.

Las lecciones de Barinas

Si la lección que extrae la dirigencia de la Plataforma Unitaria de la victoria en Barinas es que hay que volver a la ruta electoral, con o sin condiciones, con o sin inhabilitaciones, con o sin tarjetas de los partidos, con o sin voto en el exterior, con o sin un CNE realmente imparcial, el chavismo, pese a haber perdido una batalla en la casa natal de Hugo Chávez, podría estar asegurando su permanencia en el poder en el lapso 2022-2024.

De Barinas, la dirigencia opositora podría extraer lecciones valiosas. A mi juicio, la más importante es que las mayores victorias opositoras han venido cuando se despierta la expectativa de cambio. Esa expectativa puede capitalizarse en elecciones como las parlamentarias de 2015 o en la visibilización internacional del conflicto venezolano en las protestas de 2017. Expectativa de cambio. Esa es la clave.

En Barinas, Sergio Garrido no prometió pozos de agua o que iba a resolver el problema de la electricidad. No se habló de dolarizar los salarios o aumentar la productividad. No vendieron las fantasías que sí vendieron los candidatos opositores el 21N embriagados de fiesta electoral.

La oferta de Garrido en Barinas fue simple: cambio, lucha y esperanza. No habló de políticas públicas o gestión, solo se comprometió a desalojar a los Chávez del estado. Si a esto se le suma la dirigencia opositora movilizada en pleno a Barinas, con un objetivo claro y un mensaje sin ambigüedades, los resultados están a la vista.

La oposición ganó Barinas porque entendió que esta era un hito político, no un evento electoral. Ganaron Barinas porque conectaron con la expectativa de cambio de un pueblo que ha visto a la misma familia gobernarlos por 23 años. Ganaron Barinas porque superaron la lógica de la fiesta electoral que los llevó a la derrota el 21N.

¿Es Barinas el parteaguas definitivo entre el chavismo y el madurismo (si es que tal cosa existe)? ¿Puede esta derrota marcar un divorcio y distanciamiento entre Caracas y las familias políticas de las regiones? ¿Será Barinas la oportunidad de fomentar un quiebre en la coalición dominante?

De momento, son preguntas sin respuesta.

En los próximos meses, el gran reto para la oposición será interpretar adecuadamente este resultado y continuar la labor de aumentar sus capacidades organizativas internas. Si, en lugar de esto, cae en la tentación de lanzarse a promover un Referéndum Revocatorio sin un acuerdo político anterior, Barinas podría quedar en la historia como la épica de una victoria política que fue convertida por la dirigencia en una derrota estratégica.

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