Reflexiones en torno a la democracia: Sobre la Cumbre de las Américas
Cuando pienso en Democracia, inmediatamente viene a mi mente Mario Briceño Iragorry. Y vaya que he pensado mucho en el maestro estos días en que la Novena Cumbre de las Américas ha robado la atención de los jefes de Estado latinoamericanos y sacado a relucir los valores más profundos sobre este acuerdo que nos concierne a todos como región y como ciudadanos.
¿A qué se debe el alboroto en esta ocasión en nuestro ajetreado continente? La negativa de Estados Unidoscomo anfitrión de la Cumbre de invitar a las Dictaduras de Nicaragua, Cuba y Venezuela. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que su presencia dañaría el propósito último de este espacio.
“La cooperación hacia un crecimiento económico y una prosperidad inclusivos en toda la región, basados en el respeto común por la democracia, las libertades fundamentales, la dignidad del trabajo y la libre empresa”, como bien destaca la página oficial del Departamento de Estado sobre la Cumbre de las Américas.
Sería ingenuo no pensar en las razones geopolíticas e intereses económicos de esta decisión por parte de Estados Unidos, quien tras la creciente influencia del Partido Comunista Chino y la Federación de Rusia en Latinoamérica ha decidido tomar cartas en el asunto e intentar recuperar el espacio, tiempo y relevancia perdido.
Pero igual de ingenuo sería pensar que la causa de la "indignación" de algunos jefes de Estado latinoamericanos más cercanos a la izquierda se deba a su férreo compromiso con los valores democráticos y no por un capricho ideológico que los incita a despreciar toda decisión que parta desde Estados Unidos.
En este punto es preciso que volvamos a lo importante ¿Qué es la Democracia? Y para responder a esta pregunta es importante recurrirá las reflexiones que haríaMario Briceño Iragorry en su ensayo titulado “Duodécimo Tapiz”:
“La paradoja de la Democracia reside en la coexistencia de una “igualdad” de derecho que faculte a todos y a cada uno de los componentes de la comunidad para “desigualarse” de hecho y sin menoscabo del derecho de nadie, en el seno de las actividades ciudadanas; y no en el concepto plebeyo, corriente entre nosotros, de que ella sea la resultante de la fraternidad, endeble y momentánea, de garitos y campamentos o violento descabezamiento de los hombres representativos de valores históricos con vigencia actual.”
En pocas palabras, Mario Briceño Iragorry nos recuerda que la Democracia es un acuerdo político y como tal es necesario que todos seamos partícipes y respetemos dicho acuerdo. En consecuencia y en virtud de los principios de la Cumbre de las Américas es correcto que Venezuela, Nicaragua y Cuba no hayan sido invitados por su manifiesta violación a este acuerdo. A su vez, es preciso que organizaciones de carácter civil desvinculados de las respectivas esferas de poder tomen voz y representen los intereses de estas naciones.
El veto a las dictaduras latinoamericanas no debe entenderse como un “error” como afirma el presidente chileno Gabriel Boric, tampoco se trata de una “exclusión” a gobiernos legítimos como lo quiso hacer ver el presidente mexicano Lopez Obrador y mucho menos una afrenta a la región como asegura el presidente argentino Alberto Fernandez, quién además le aseguró a Nicolás Maduro días previos a extender su queja de manera personal en el pleno.
El veto a las dictaduras latinoamericanas responde a su carácter antidemocrático y su sistemática violación a los derechos humanos.
Que hoy tres de los presidentes de izquierda “modelo” o “progresistas” en la región expresen y protesten abiertamente por la inclusión de estas dictaduras en la Cumbre de las Américas, es una señal de complicidad ideológica y de su falta de compromiso con los valores democráticos. Es hipócrita de su parte asegurar que se está excluyendo la “voz de un país latino” cuando en el seno de estas dictaduras es perseguida y silenciada las voces disidentes.
Tanto los hermanos Castro –y ahora Díaz-Canel--, como Daniel Ortega y Nicolás Maduro “han menoscabado el derecho de sus pares en las actividades ciudadanas”, trayendo a colación de nuevo la reflexión de Iragorry. Y en consecuencia dejaron de ser representantes legítimos del “pueblo” que hoy la izquierda insiste en defender por un reproche ideológico.
Las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua no pueden seguir siendo consentidas por los jefes de Estado de la región. La democracia es un acuerdo y no podemos tolerar en quien deliberadamente viola todas las reglas del mismo.
El asunto de interés en esta oportunidad u otra no es que tan alineados o no están los distintos jefes de Estado en Latinoamérica con los intereses de Estados Unidos. La pregunta central de esta Novena Cumbre de las Américas fue ¿Qué tan comprometida está Latinoamérica con los principios democráticos? Esta es una pregunta esencial y que escapa a la mera retórica política.
Es una pregunta sensata y que dará luces del panorama regional en los próximos años, no solo para Estados Unidos y su estrategia de volverá conquistar espacios de influencia en la región sino para el mundo que mira expectante los cambios políticos que acontecen.
No está en juego el “sentir latinoamericano” o alguna otra expresión chauvinista, sino el futuro de toda una región que mira preocupada el auge del autoritarismo.
Y aunque es fácil perder de vista lo importante entre los vaivenes de la cotidianidad latinoamericana, si honestamente queremos que el desarrollo y la libertad sea nuestra meta es preciso recordarlos siempre, como una brújula que nos indica el camino a seguir.